A propósito de La lírica del crápula

                                                             A Rosie  Inguazo

La Lírica del crápula, Editorial Setra, 2009, Primera Ed.   Es un libro que   consta de 33 poemas habitados por simbólicas mujeres que miran y hacen guiños  al lector que se arriesgue a escuchar y observar atentamente las claves de la potente palabra de Eduard Reboll, poeta catalán radicado en la ciudad de Coral Gables, Florida.

El escritor hace uso de diversas figuras retóricas tanto de los significantes como de lo significado o si se prefiere del pensamiento y la dicción.  La lírica del crápula pudiera ser biografía o ficción; en todo caso,  su valor estético y la visión de mundo que sustenta es lo que intenta destacarse en estas líneas.  

Como su título mismo hace inferir, La Lírica del crápula es una apología a lo patético. En efecto, lo patético suscita emociones que a simple vista parecieran repulsivas, pero que cuando se desenmascaran muestran la ternura y solidaridad por la mujer que posee el don de la ubicuidad. La ubicuidad de sentirlo todo y estar en diferentes partes y en ninguna a la vez, de tener rostros diversos.  Mujer y hombre que sufren la  aventura de reconocerse como cuerpos separados y diferentes.



 


La hipérbole, uno de los muchos recursos estilísticos que utiliza el poeta y con el cual exagera o disminuye lo significados, puede observarse en varios versos, por ejemplo en  el poema Mujer y sentimiento oscuro:

Llevabas una falda con bordes celestiales 
y abrazándote el cuello, un sol blanco 
en mis lágrimas reflejaba 
la emoción de un guerrero iniciándose

  Reboll emplea símiles o comparaciones para expresar  de manera explícita  semejanzas entre ideas o significados dispares, para ello se vale  del vocablo "como”. 

Mujer y sentimiento oscuro

Hermosa, como la lana cortada, 
el ventilador te hacía más libre.

O en el poema

Mujer adormecida en el río de un póster 
 
Albura
 como el pan del sur. 
De pie ancho
 como un árbol 
Delgada de pecho
 como su vida 
 
En la lírica del crápula el  escritor acude a la  sinestesia para describir  las experiencias sensoriales.  Asimismo, condensa  referentes contradictorios o contrapone ideas disímiles tal  como objetos callejeros con consagrados referentes culturales, dicha oposición permite darle mayor énfasis al mensaje subyacente : las relaciones  de parejas son efímeras, cosificadas. Mensaje que se encuentra patente en: Mujer adormecida en el río de un póster, y en el poema: Mujer italiana y escuela de artes y oficios 
 

 bajo mi mano, el estuco y una alfombra 
recién recuperada de la calle. 
Así como sus lienzos, 
la fui dejando morir por los lados 
de la tela, como un Rothko
extenuado 
por la luz amarilla de una tarde.

Mujer italiana y escuela de artes y oficios  

Goyesca, refinada... virgen!

Acariciabas el lápiz y la perspectiva

como las sanguinas de Leonardo.

La prosopopeya o personificación, con la cual el poeta atribuye cualidades humanas y corpóreas tanto a lo que le rodea como a los sentimientos , hace de La lírica del crápula un universo cambiante donde se mezclan lo instintivo  con lo  urbano, y capitalino:

Así hablaba la Culpa después de la quinta ginebra, 
bajo los arcos de aquella bodega 
lívida, donde la música de 
Liverpool y el blues, leían a nuestras espaldas 
el estreno de un romance de lobos.
 

  El escritor  desmonta el significado original de las palabras e ideas, las hace  contrastantes para darle un giro poético inesperado; así por ejemplo, en el muy logrado poema: Mujer de El Albaicín,  el verbo “acurrucar”  que remite a resguardarse del frío, se contrapone a lo inerte o falto de vida de un ojo que probablemente no mira pero si ve. Este juego óptico en perspectivas infinitas hace recordar al cuadro de las Meninas, en el que Velásquez se representa a sí mismo pero, es el espectador que es observado y, quizás ni siquiera eso porque su visión se dirige a un punto indeterminado fuera del cuadro. De igual manera,  en los textos de La lírica del crápula el hablante del texto se dirige a un lector  impreciso y para ello recurre a la primera persona de suerte que el espectador también participe del juego de  miradas y de este fugaz torbellino de lastimosa concupiscencia. La repetición de palabras se emplea para acentuar  musicalidad y reforzar los significados, tal  como se puede apreciar en el mismo poema Mujer de El Albaicín: 

acurruca mi marido su ojo muerto 
para ver, si aún, sigo satisfecha. A veces, si se lo pido, me muerde 
labio a labio. Ven. No me importa
 

El  dolor y sufrimiento femenino es  una justificación para reflexionar desde la posición del sujeto al que se alude. Simultáneamente estos sentimientos son los latigazos de un verdugo que se complace en torturarse a si mismo; sádica identidad que simula una nacionalidad, en el caso del poema que nos ocupa, española, específicamente de Granada, lugar en el que  las mujeres desde la época isabelina han sido  las abusadas por excelencia. Las granadinas han sido consideradas las guardianes del hogar, seres etéreos, abnegados, pacientes sufridoras, depositarias, de secretos y honras.

En Mujer de El Albaicín , el dolor de la granadina aparentemente se disuelve, se anestesia y neutraliza al  reconocerse ese urgido y húmedo mapa de su cuerpo. El hablante acude a la repetición, la sinestesia, la puntuación sugerente, para desembocar paradójicamente en una invitación al silencio.  

mostrarte donde me lastima: soy 
del suelo de Granada. Anda... 
Ven. Mójate un poco. Delante mío: 
Águame en blanco mi pecho blanco. 
Anda...Ven en silencio”.

La identidad española es aparente, es otra de las muchas caretas de esta galería de féminas: Granada fue declarada patrimonio de la humanidad en 1984.  Por otra parte, si se toma en cuenta otras implicaciones de la historia judeo cristianas se cae en cuenta que  la escogencia de este toponímico no es nada inocente en el texto. El nombre Granada tiene un origen controversial, para algunos estudiosos procede del árabe  y significa  Gar-anat,  “Colina de peregrinos”,  por lo que se puede inferir que la fémina de El Albaicín, tal como las otras 32 congéneres presentes  en  La lírica del crápula,  son  apátridas peregrinas; libidinosas mujeres  arquetípicas, quienes   con este   insaciable Sátiro, poseedor también de diferentes máscaras, recorren metafóricos territorios para  ahogar en el sexo el insoportable tedio de  existir.

      Judith Ghashghaie